Somos islas

“We are islands, but never too far,                                                                                                      we are islands,                                                                                                                                            and I need your light tonight”

                         Mike Oldfield

Letra de una canción que está tomando un nuevo sentido. Polaris, nuestra auto caravana, es nuestra isla particular, que se mueve en la corriente y en las pasadas dos semanas nos ha llevado por las islas de los dos pequeños archipiélagos que se extienden desde la costa de Noruega hacia el Ártico, como un un agreste muelle pesquero gigante. Las Vesterales y las Lofoten, tan iguales y tan diferentes. Lo que tienen en común son los humores cambiantes del tiempo, las afiladas cadenas montañosas que se precipitan dentro del mar y aún están salpicadas con restos de nieve, las carreteras estrechas y zigzagueantes, los túneles y puentes conectando las islas y generalmente unos paisajes impresionantes.

En my opinión, las Lofoten tienen el encanto añadido de la gran cantidad de pueblecitos pesqueros que salpican las carreteras al doblar cada curva, como perlas en ostras que se van abriendo. El precio a pagar es la descomunal invasión de turistas que están en todas partes, a veces en cantidades desproporcionadas con el tamaño del lugar, ya que las islas son tan pequeñas, pero al final todo el mundo cabe.

Probablemente eso significa que las Vesterales son también más auténticas y puras. Hicimos por ejemplo paradas en Andenes y Bleik, donde aprovechamos para lavar la ropa, mientras esperamos a que el tiempo mejore. El pueblo tiene una larga playa de arena blanca donde Christian consigue hacer algunas fotos en la luz del atardecer y también a la mañana siguiente, con un tiempo más misericodioso.

Pasamos una noche agradable en Nyksund, un viejo pueblo de pescadores que está siendo restaurado, recorremos un trozo del sendero de la Reina, que va de Nyksund a Sto por la montaña y tiene muy buenas vistas.

Llegamos al final de la carretera en Hovden, rodeados de paisajes preciosos, que pronto desaparecen en una densa niebla. Allí encontramos a un grupo de quinceañeros locales que nos quieren dar cocochas de bacalao a cambio de cerveza, pero tenemos que declinar la oferta, no solo por su tierna edad, sino también porque no llevamos cerveza. Christian sale a curiosear por ahí en medio de la niebla y lo invitan a la fiesta local del sábado por la noche, pero rechaza la invitación amablemente, porque se siente que no lleva la vestimenta apropiada.

Decidimos conducir a las Lofoten en vez de coger el ferry porque las carreteras ofrecen paisajes espectaculares, pero también porque es más barato. No nos arrepentimos.

Por el camino incluso encontramos un sitio extrañísimo llamado el Bar de Rolfs, que es una cabaña deshabitada, pero amueblada, junto al mar, donde puedes, entrar, encender un fuego, servirte algo para beber, tocar la guitarra, cocinar algo, en fin, sentirte como en tu casa. Todo gratis. El único requerimiento es dejar el lugar limpio y ordenado. Esta junto a una construcción moderna, donde puedes desenrollar tu saco de dormir para pasar la noche o simplemente subir al piso de arriba y disfrutar de las vistas al mar. Me pregunto si es el fruto de la generosidad de alguien, un gesto de locura o un experimento social. No sé si lo averiguaremos.

Nuestra primera noche la pasamos en Laukvik, un pequeño y remoto pueblo de pescadores. Tiene un puerto bonito, con agua lisa y reluciente, que refleja los alrededores. Está flanqueado por tendederos para secar el pescado, que aún tienen algunas cabezas colgando en el aire, mirando a las montañas del horizonte. No sé si la escena es mórbida o simplemente un aspecto más de la larga tradición pesquera de estos pueblos. Pescar y vender el pescado salado a los países del sur de Europa y aparentemente las cabezas a Nigeria, continua siendo una de las actividades principales de la región. La verdad es que yo soy la primera en disfrutar un plato de bacalao salado, preparado de mil maneras diferentes en España y Portugal, por lo menos.

Las lluvia nos tiene atrapados por 2 días en Kabelvag, otro pequeño pueblo, donde no conseguimos hacer mucho más que dar un paseo por el pueblo y tener una conversación muy didáctica con el herrero de un museo al aire libre que nos cuenta un montón de detalles acerca de su trabajo y los metales con los que trabaja. La predicción meteorológica suele cambiar varias veces al día. Se me hace difícil operar en este tiempo cambiante, sin ser capaz de planear ni siquiera con un par de días de anticipación. Pero no hay nada que se pueda hacer, aparte de mantener la cordura y ser paciente. El tiempo mejorará eventualmente.

Lo hace cuando llegamos a la playa de Skagsanden, de maravillosa arena blanca y enmarcada por altas montañas. Encontramos una pequeña multitud de auto caravanas aparcadas junto a la playa. La gente está en el agua, haciendo barbacoas, bebiendo, pasándoselo bien. Supongo que son el mar abierto y las montañas rocosas que le dan al aire esa sensación de libertad, que impregna el lugar, dándole el aura de una reunión hippie. Sólo falta Bob Marley cantando que no te preocupes por nada, que todo va a ir bien.

Junto a la playa hay un pueblo, llamado Flakstad, de no más de un puñado de casas dispersas alrededor de una iglesia de madera. No demasiado lejos está Vikten, otro micro pueblo, cuya atracción principal es un taller de soplado de vidrio, situado junto al mar.

También a poca distancia está Nusfjord, un pueblecito pesquero de postal. Al principio nos choca un poco que cobren entrada para visitarlo, pero al final decidimos que su encanto y los esfuerzos que hacen para mantener su arquitectura original justifican el precio de la entrada.

Y llegamos a la playa de Sandbotnen, donde aparentemente tienen la única lavadora en un radio de mil kilómetros, porque tenemos que hacer cola durante unas 15 horas para lavar nuestra ropa. Estoy casi a punto de pelearme con alguien que se salta la cola, levantándose a las cinco de la mañana y dejando su ropa dentro de la lavadora durante horas de manera que nadie más la puede usar. A Christian casi le da un ataque de nervios. Así que decido sacar la ropa invasora, ponerla en una bolsa e introducir nuestra ropa  en la lavadora, ya que por derecho de cola, hubiera tenido que estar lavándose desde hace horas. Nos alejamos y espiamos desde la distancia a ver quien se lleva la bolsa con la ropa. Una mujer el doble de grande que yo, así que  menos mal que no he tenido que empezar la pelea. Como compensación por la larga espera, o simplemente por casualidad, los dioses del crepúsculo nos dan un buen atardecer.

Y nuestro divagar vital continua por las islas. Esperemos que la brújula nos lleve a esquinas no lejanas donde reine el buen tiempo, para hacer buenas fotos y dar a nuestras almas talantes favorables.

 

2 thoughts on “Somos islas

  1. Hasta ahora todas las fotos han sido muy buenas,pero estas de las islas, son impresionantes, maravillosas .¡Me encantan! Los comentarios muy poéticos Un abrazo.

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