Christian empieza a cocinar afuera a lo largo de la costa oeste

El tiempo es tan increíblemente bueno, que cuesta creer que estamos en Suecia. Nos sentimos afortunados y tenemos calor. Días de cielos azules prístinos y temperaturas de más de 26 grados, nos han cogido por sorpresa. Y Christian ha cogido la cocinilla portátil y se dedica a preparar la cena afuera. 

Estamos en la costa Bohuslan, que parece más un decorado romántico, que un sitio real. Tal como vamos zigzagueando por la costa a bordo de nuestra auto caravana Polaris, vamos desenvolviendo una colección de pueblecitos sembrados de casitas de madera, a la orilla de aguas cristalinas, salpicadas con montones de islotes rocosos. Es un paraíso para ir en barca, descubrir nuevos rincones y pasárselo bien. Una de las islas más grandes es Tjorn, que está conectada a la tierra firme por un puente impresionante. En el sur de la isla está Kladesholmen, un pueblecito que una vez fue famoso por las plantas de procesado de arenques. Hoy en día sólo quedan un puñado de plantas, pero tenemos la oportunidad de probar un arenque encurtido en canela y no sé qué más, que está estrictamente delicioso. Desde allí nos dirigimos hacia otros pueblos encantadores, como Mollosund, que ofrece material para mil postales, desde mil ángulos diferentes. Y Fjalbacka, igualmente delicioso y surreal, flanqueado por un acantilado que ofrece vistas espectaculares y atardeceres primorosos. Eternamente placenteros.

A veces simplemente conducimos a través de algún bosque sin nombre, hasta alguna esquina maravillosa del mar, donde hay a veces la cabaña de algún pescador, rodeada de redes y otros enseres de pesca, y otras veces no hay nada, aparte de belleza. Agua, rocas y algunas plantas y algas. No apuntamos nombres o coordenadas. Simplemente disfrutamos y absorbemos la pureza de los paisajes.

Intoxicados por toda esta belleza extrema, conducimos hacia el interior, hasta dar con el Lago Hornboga, una reserva natural maravillosa, que es una especie de paraíso aviar, con miles de aves viviendo en sus orillas, en pequeñísimos islotes, flotando en el agua, volando de aquí para allá. Christian toma esta oportunidad como un desafío para hacer algunas buenas fotos de pájaros. Lleva horas de paciencia, pero no importa, porque el atardecer es majestuoso y lo contemplamos desde una cabaña de observación de pájaros. Bastante romántico, me parece.

Igualmente romántica, aunque un poco más cansada físicamente es nuestra caminata por algunos senderos del Parque Nacional Tiveden. Es un coctel grandioso, de rocas gigantes alfombradas de musgos suaves, líquenes impresionantes y lagos refrescantes, donde los troles van a beber ya bañarse.