Yo había estado en Helsinki una vez hace muchos años con mi buen amiga Floriana. Aquella vez el clima no estuvo a nuestro favor y nos pasamos la mayor parte del fin de semana largo, pensando si sería posible conseguir un visado para ir a San Petersburgo y cuando nos convencimos de que iba a ser difícil, alquilamos un coche, pusimos dirección norte y pasamos bastante tiempo en la sauna de una granja/ hotel rural que encontramos por el camino. Esta vez la ciudad ofrece una impresión totalmente diferente. El clima es suave, con nubes y claros, es casi como si se pudiera sentir en el aire la transición de la primavera al verano. La ciudad está tan viva que parece que está multiplicando su energía para aprovechar cada minuto de buen tiempo. Hay conciertos al aire libre, partidos de hockey en las plazas y uhmm… un carnaval brasileño recorriendo las calles, agitando sus plumas de colores al aire. Sí, es inesperado, también porque algunos de los espectadores parecen vivir el ritmo de todas todas y bailan con tal pasión como si mañana se fuera a acabar el mundo. Mejor para ellos.
Sinceramente también es inesperado encontrar ´La más inusual tienda de pepinos´, donde después de una conversación algo desconcertante con un hombre vestido como un antiguo señor inglés, recibimos un par de pepinos perfectamente envueltos y perfectamente sincronizados con nuestros horóscopos, según el hombre. La cosa es tan rocambolesca que Christian y yo nos miramos el uno al otro con descrédito, para asegurarnos de que estamos en Helsinki, en una pequeña tienda cerca del puerto, y que no hemos saltado a una dimensión paralela. El hombre se ríe y confiesa que la tienda busca secretamente promocionar una famosa marca de ginebra escocesa, porque la ley finlandesa no permite promocionar el alcohol abiertamente.
Tampoco se espera uno encontrar un coro californiano de Godspell ensayando en una iglesia que ha sido excavada en una roca, pero resulta que la experiencia es tan mágica como inesperada y me dan ganas de volver a cantar otra vez.
Continuando con lo inesperado, una no se expire encontrar un viejo Seiscientos promocionando la cerveza Moritz, cerveza típicamente barcelonesa. Me pregunto si el pequeño coche será como una nave espacial que me teletransporte a Barcelona, si abro la puerta y me pongo al volante.
Lo que no es tan inesperado es que pasamos un día fantástico con nuestro amigo Juoni, nativo helsinguino, que aparte de enseñarnos algunas de las principales atracciones de la ciudad, nos lleva a sitios que seguro no son muy frecuentados por turistas y nos da un montón de apuntes de historia y geografía, además de regalarnos unos comics muy divertidos acerca de las idiosincracias de los finlandeses. Es un día completo, relleno de magnifica arquitectura Art-Nouveau, edificios del siglo XIX
y una fortaleza del siglo XVIII
mezclados con diseño puntero.
Caminamos un montón, cogemos barcos y tranvías y hacemos una excursión a la cascada donde se fundó la ciudad. Como colofón una cena con una buena conversación – Gracias Juoni.
La siguiente parada es Porvoo, que reclama ser la ciudad más antigua de Filandia. Es bastante bonita, aunque un pelín turística. Tal vez es por eso que vemos a un montón de americanos caminado en grupos numerados. Creo que vienen de algún crucero. Aparte de eso el pueblo tiene un buen supermercado así que hacemos la compra. También tiene una bonita estación antigua, un puertecita que reluce con la luz del atardecer y un par de calles empedradas adornadas con tiendas de antigüedades en casas de madera, que está bien curiosear.

Porvoo
Desde allí vamos a Lappeenranta, cerca de la frontera con Rusia. Es puramente una escala para descansar antes de seguir conduciendo hacia al norte. Pero de todas maneras está a la orilla de un lado, tiene una fortaleza que no está mal y suceden dos cosas inesperadas. En el lugar al azar junto a lago que elegimos para pasar la noche, nos encontramos a una pareja de jubilados holandeses. No los hemos mencionado antes, pero es la tercera vez que nos los encontramos desde que estamos en Finlandia. No sabemos sus nombres, ni tenemos sus fotos, pero son bastante amigables y cada vez que nos encontramos nos explicamos donde hemos estado desde el encuentro anterior, donde hemos lavado la ropa, etc. También es inesperado que al lado del puerto están construyendo un castillo de arena gigante y que una parte de él representa las famosas casas de Gaudí, la Casa Batlló y La Pedrera.

Gaudi Sandcasle – picture by Isabel
Cuanto me alegro que lo estáis pasando tan bien. Serán recuerdos para toda la vida. Las fotografías ,como siempre, extraordinarias, de los comentarios, no digo nada, pero me parece que lo estoy viendo.
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Muchas gracias. Nos alegramos de que te guste. Estamos viendo muchas cosas. El Christian tiene tantas fotos que pasan días en hacer la selección y después la selección de la selección, porque si no acabaríamos con doscientas o trescientas fotos en cada articulo
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