El tiempo inestable de la primavera nos acompaña en nuestro viaje por el sur de Francia. La luz brillante de un par de días soleados nos rebela algunas esquinas de la Camarga como verdaderos paraísos para los flamencos. Hay miles de estos extravagantes plumíferos remojando sus largas patas en las aguas poco profundas de la laguna o manchando los cielos del atardecer volando como ruidosas nubes de color rosa.

Lots of Flamingos
También encantadoras son las garzas que viven junto a ellos en el humedal.
Durante una caminata nos encontramos de cara con una manada de caballos blancos que nos bloquean el camino mientras mordisquean los matorrales aledaños y nos miran con curiosidad.
Cuando llega la lluvia decidimos ir al pequeño pueblo de Le Baux-de-Provence, donde vemos una magnifica exposición multimedia de Van Gogh en los Carrieres de Lumieres, una vieja cantera que ha sido transformada en una sala de exposiciones. Las paredes, el suelo y el techo son ahora gigantescas pantallas de proyección, así que entrar en la vieja cantera es como caminar a través de las obras maestras de Van Gogh. ¡Wow!
Llegar a la Costa Azul es como saltar a otra dimensión. Sí, tiene una cierta clase y un Je ne sais quoi flotando en el aire, pero también una molesta animosidad contra las auto caravanas, que están estrictamente prohibidas prácticamente en todas partes. Esto significa que es imposible para nosotros visitar sitios tan icónicos como Saint Tropez o incluso parar en la costa para hacer una foto. Decepcionante. Aún así, nos las apañamos para colarnos en Cannes durante un par de horas y pasear por su lujoso paseo marítimo, junto a sus aguas de un color turquesa imposible. Como estamos en pretemporada hay muchos trabajos en las calles y también camiones y un pequeño ejército de excavadoras descargando y extendiendo toneladas de arena blanca en la playa. No puedes evitar preguntarte de dónde viene la area y si es para reparar los daños causados por el mal tiempo en invierno o simplemente para maquillar las aguas con este color turquesa imposible que vemos, en preparación para el festival de cine. En fin, hace sol y la luz es brillante.
Afortunadamente conseguimos pasar más tiempo en Niza, que es pequeña y definitivamente vale la pena. En el corazón de la ciudad vieja hay un mercadillo, flanqueado por cafés y restaurantes, donde venden verduras y frutas, especias y hierbas, pan y plantas.
A pocos metros de distancia está la coqueta playa de guijarros, donde bastante gente disfruta del magnánimo sol primaveral.
La ciudad está llena de esquinas interesantes y disfrutamos de ella, a pesar del mal servicio que recibimos en un restaurante de la ciudad que al parecer tienen un cierto renombre. A nosotros nos tienen más de una hora esperando y después parece que son demasiado arrogantes como para siquiera disculparse. Se llama La Merenda y no lo recomendaría. Olvidar y continuar.
Decidimos hacer una corta escala en Mónaco para conducir por el icónico circuito urbano de Fórmula I. Lo hacemos a una velocidad vertiginosa (no) e incluso llegamos a pasar por delante del casino y hacer una foto por la ventana del copiloto.
Después nos aventuramos por una carretera de curvas estrecha y empinada, subiendo las montañas hacia Italia. Después de un desvío larguísimo debido al cierre de un túnel llegamos a Piemonte, que nos recibe con lluvia y frío. Adivinamos la belleza del paisaje a través de las capas más ligeras de la niebla. Nos refugiamos en el Museo de Barolo, que resulta ser todo un descubrimiento. Despliega una gran exposición audiovisual sobre el famoso vino de la región. Al atardecer nos refugiamos en una de las explotaciones vinícolas de la región, donde pasamos un rato estupendo, a pesar de que nos perdemos las vistas aparentemente estupendas, porque han desaparecido detrás de la niebla. La dueña, Maria Grazia, nos hace pasar una velada estupenda, ofreciéndonos una cata de vinos de la propiedad, acompañada de notas de geografía, economía, historia y gastronomía de la región. La verdad es que nos lo pasamos en grande. Si estáis por esta región, no lo dudéis y pasaros por La Trava www.latrava.it
Llegamos a Milán, donde el mal tiempo nos da un respiro de un día y medio. La primera mitad la pasamos paseando por la ciudad, que está tremendamente concurrida, ya que hay una feria de diseño que aparentemente tiene a la ciudad sitiada. Nosotros la disfrutamos igualmente.
Al día siguiente nos encontramos con nuestra vieja amiga Floriana y con Rino y nos los pasamos en grande rememorando viejos tiempos, poniéndonos al día, descubriendo rincones nuevos de la ciudad y comiendo buena comida italiana.
El domingo no dejamos que la lluvia nos deprima y junto a Floriana, Rino y también Francesca, que conoce de primera mano las partes más interesantes de la feria de diseño, nos reímos de lo lindo en algunos de los pavellones. El memorable Ikeaaaaa traerá una sonrisa a nuestras caras durante bastante tiempo.