¡Qué sensación la de caminar por los campos de lavanda al atardecer! El aroma que flota en el aire es increíble, los colores tan calados.
Estar en los campos de lavanda de la Provenza es toda una experiencia, no solo por la belleza de las interminables alfombras púrpura cubriendo la tierra ondulada, si no también porque te da la oportunidad de observar a la multitud de turistas que tienen sitiado el lugar. Desde chicas con sombreros de paja y vestidos blancos posando para fotos estereotipadas, hasta chicos italianos saludando al sol con el culo, todo es posible en estos campos gloriosos alrededor de Valensole.
Aún así, cuando consigues apuntar la cámara a alguna esquina libre de turistas, los resultados son una maravilla.
Igualmente especiales son los campos alrededor de la Abadía de Notre Dame de Senaque, con sus bonitas hileras púrpura alineadas contra las rocas suavizadas por el tiempo.
Creo que es mientras contemplamos esta magia púrpura y estos encantos aromáticos que nos damos cuenta de que nuestro viaje está llegando a su final. Han sido más de catorce meses en la carretera, con tantas experiencias y lugares especiales. Tenemos que acabar el viaje con una nota alta, así que miramos el mapa… Pues claro…
¡El Mont Blanc! El punto más alto de Europa, que ni siquiera está demasiado lejos de nosotros. Allá vamos.
No estamos equipados ni entrenados para escalarlo, así que nos conformamos con coger el teleférico hasta la Aiguille du Midi, un pico a 3842 metros de altitud sobre el nivel del mar, que tiene vistas magníficas del Mont Blanc y los picos y valles de los alrededores.
Hay un montón de gente caminando por el glaciar o escalando picos circundantes. La grandeza del paisaje nos muestra a la mayoría de ellos como hormigas de colores que se mueven lentamente por el blanco enorme.
Descendemos hasta Polaris, que está aparcada en Chamonix. Un paseo por las calles del centro revela un pueblo bonito rodeado de grandeza Alpina y ocupado por montones de tiendas y restaurantes. Uno de los restaurantes ofrece raclettes preparadas con fuego de leña. ¡Uhmmm, qué buenas!