Bien sea en forma de parques nacionales antediluvianos, iglesias y ciudades medievales, o arquitectura Art Deco, esta parte de nuestro viaje es como ir dando saltos por diferentes paradas de una máquina del tiempo.
El capitulo empieza mientras recorremos Rondane, una carretera escénica. Durante todo el trayecto nos escoltan grandes montañas y lagos pequeños a los lados. Las laderas están majestosamente alfombradas de líquenes, rocas y de vez en cuando algún árbol.
También tenemos la oportunidad de visitar un viejo aserradero y ver cómo usaban la fuerza del agua para transportar los troncos.
Nos desviamos un poco para visitar una iglesia de madera aún más vieja, Sollia Kirke, que data del 1738. Encantadora, aunque está cerrada, así que nos perdemos su interior.
Nos dirigimos al camino de Peer Gynt, que es algo decepcionante. Es más que nada un camino de tierra de unos 60 Km con un peaje al principio. Se supone que es mágico y maravilloso, lleno de mitos y misterios, tal vez incluso troles. Sí, está bien, pero nos enfadan un poco los baches, después de haber pagado casi 10 Euros de peaje, y nuestra inhabilidad de encontrar troles o magia. Aparentemente otros fueron inspirados para escribir grandes obras teatrales, por ejemplo Henrik Ibsen escribió una obra llamada Peer Gynt, que es un clásico de la literatura noruega, y gran música, como la obra del mismo título de Edvard Grieg.
Nosotros giramos en redondo y vamos al Parque Nacional Dovrefjell – Sunndalsfjella, que tiene una especie de belleza salvaje. Los paisajes son variados y el clima extremadamente temperamental, aún así hacemos tres caminatas diferentes.
La primera, al borde del crepúsculo, a través de un area de bosques y marismas, intentando encontrar al huidizo alce. Tenemos suerte de encontrar a una pareja de austriacos simpáticos, Michael and Katrin, que llevan unos prismáticos, lo que prueba ser de mucha ayuda y nos las apañamos para ver 6 alces. Me dicen que eso es un récord total en una sola tarde, aunque cuatro de ellos están lejísimos, uno bastante lejos y el otro relativamente cerca. De todas maneras estamos todos muy contentos de verlos.
La segunda es corta, pero empinada, hacia el mirador de Snohetta. Hace tanto viento que a veces parece que nos va a tirar al suelo. Es bastante reconfortante entrar al bonito edificio y entrar en calor de nuevo. Y es muy relajante contemplar las montañas a través del vidrio.
La tercera caminata es de subida a las montañas, andando sobre alfombras de líquenes, arbustos de bayas y setas, el terreno está bastante húmedo y es un poco pantanoso en las partes más llanas, así que metemos los pies en el agua varias veces. Vamos en busca del buey almizclero. Un animal extraño. Es como una especie de toro peludo, pero está más relacionado con la familia de las cabras y ovejas, que con los bueyes. El caso es que encontramos uno comiendo felizmente cerca de un rio. Es bastante grande, pero parece amistoso. De todas maneras guardamos las distancias, no solo porque tiene unos cuernos bastante amenazadores, también para no asustarlo a él.
Ponemos rumbo al oeste, hacia las Trollstiegen, la escalera del Troll, una carretera que es pura emoción y magia a partes iguales. Es estrechísima y tiene 11 curvas cerradas y una inclinación del 12%. Va haciendo zigzags a través de bosques medio escondidos en la neblina y alfombrados de helechos y musgo. Las vistas desde la cima son espectaculares, aunque aparecen y desaparecen, rendidas a los caprichos de la niebla.
Han construído unas plataformas para que todo el mundo pueda disfrutar las vistas con seguridad, pero a veces simplemente parece que estés suspendido en una nube. Afortunadamente al final conocemos a un troll y Christian se hace bastante amigo suyo.
Desde allí llegamos a Alesund, una pequeña ciudad bastante agradable. Nuestra máquina del tiempo apunta al 1904, cuando después de un fuego devastador, la ciudad fue reconstruida con una espectacular arquitectura Art Deco. Los elegantes edificios tienen una relación simbiótica con el agua para adornar días y noches con reflejos placenteros. La ciudad también tiene un viejo puerto, con edificios tradicionales y viejos barcos veleros, que es igualmente bonito.
Si tienes hambre o sed, no desesperes, hay un montón de bares y restaurantes. Nosotros probamos Invit (http://www.invit.no/default.aspx?menu=626), una cafeteria con mucho estilo, que también sirve algunos bocadillos y pequeños platos. Yo recomiendo la sopa de pescado. Y si tienes suerte de estar allí en un día soleado, ves a la parte de atrás y siéntate en la terraza que hay en el canal.
Para ver toda la ciudad con perspectiva, tienes que subir los 418 escalones hasta la cima de la colina Aksla donde está el mirador de Kniven.
Continuamos viajando en el tiempo y paramos en el año 1070, cuando se construyó la iglesia de columnas de madera más vieja de Noruega. Estamos en Urnes y hemos llegado cogiendo un ferry desde el pequeño pueblo de Solvorn. El guía de la iglesia, realmente da vida a su historia. Explica como fue construida para crear los efectos de luz y sonido que sobrecogieran a la congregación durante los sermones, para afianzar su fe. Impresionante. No puedes evitar pensar lo pronto que empezó la iglesia a encontrar maneras creativas para influenciar las creencias de la gente. Arquitectónicamente los resultados son increíbles y la iglesia es una pequeña obra de arte de madera.
1702 es nuestra próxima parada en nuestro túnel del tiempo particular. Ese fue el año cuando otro fuego quemó la vieja ciudad de Bergen y la tuvieron que reconstruir, en la forma que ha conservado prácticamente hasta hoy. Por lo menos el viejo vecindario junto al muelle, el Bryggen, que es un laberinto fascinante de casas de madera y callejas estrechas, que conserva todo su sabor medieval, excluyendo los olores, supongo, y añadiendo, los talleres de artistas, las tiendas de souvenirs y los turistas. Realmente encantador, de todas formas. Después de la visita del primer día, estoy tan fascinada por los fantasmas del pasado, que convenzo a Christian para hacer un tour guiado y aprender más de la historia del lugar. El guía es muy bueno y disfruto de las historias de los mercaderes Hanseáticos. Es la primera vez que oigo hablar de ellos. Por si eres como yo, eran una confederación de gremios de mercaderes, originada en el norte de Alemania, que se expandió a las importante ciudades comerciales del mar del Norte y el mar Báltico. Bergen entraba en esa categoría porque era el centro del comercio del bacalao seco de todo el país. La visita también nos lleva al interior de una de las casas de un mercader, llena de descubrimientos.
Pero a través de los siglos, Bergen se ha expandido más allá de su vecindario original y tiene montones de esquinas interesantes, ya sean casas de madera, escalando por las colinas, edificios Art Deco en el centro o un puerto recreativo lleno de actividad. Lo mejor para ver todo el conjunto es coger el funicular Floibanen, que llega hasta 320 metros de altura y proporciona vistas espectaculares de la ciudad.