La noche es fría

Hacemos un alto en el camino para Navidad y disfrutamos el descanso con nuestras familias y amigos, celebrando las festividades, compartiendo novedades y comiendo, comiendo, comiendo.

Con nuestros estómagos llenos y nuestros espíritus contentos continuamos nuestro viaje. La brújula continua apuntando al sur. Primero nos lleva a la bonita ciudad de Cuenca, en la Mancha. Llegamos después de conducir por las carreteras casi infinitas y solitarias que cruzan el interior castellano, a través de montañas, valles y llanuras cubiertas de pinos, encinas o cultivos de cereales que empiezan a verdear sobre la tierra roja. Probablemente lo mejor de Cuenca es su situación espectacular, encima de un promontorio donde se encuentran dos gargantas profundas. Las vistas son increíbles.

También es bastante placentero caminar a través de las calles estrechas y empinadas de la ciudad, flanqueadas de antiguas casas de piedra, algunas de ellas desafiando a la gravedad, irguiéndose al filo del precipicio, con viejos balcones de madera orgullosos que vuelan directamente encima del abismo.

Decidimos dormir a los pies de la ciudad, a la orilla de uno de los ríos. El sitio es bonito, pero la noche es fría. Alcanzamos los 3 grados bajo cero, así que ponemos la calefacción de Polaris y añadimos una manta a la cama.

Desde allí queremos seguir los pasos de Don Quijote y llegamos a Campo de Criptana, donde su delirio lo llevó a confundir los molinos con gigantes malvados que había que combatir. La verdad es que la confusión es fácil de entender, siendo las oscuras astas torcidas girando al viento. Este sitio nos gusta un montón. El cielo está pintado de un azul inmaculado y brillante, el tiempo parece haberse parado y la simplicidad de los molinos añade un toque de sofisticación en blanco y negro a un paisaje que de otra manera hubiera sido simplemente yermo.

Entonces nos dirigimos a Consuegra, otro pueblo donde los molinos están en una situación más espectacular, si cabe. Están alineado junto a un castillo en la cima de una colina que da unas vistas de 360 grados de la region. Hacia el este está el pueblo de Consuegra y en las otras direcciones no hay nada más que vastas extensiones de cereales que alfombran el terreno, dividido en cientos de cuadriláteros en diferentes tonalidades de verde, cruzados de vez en cuando por caminos de tierra marrón. Parece que el paisaje no ha sido alterado en cientos de años.

El atardecer y el amanecer son los más increíbles espectáculos en rosa que yo haya visto jamás. Entre medio, la noche es también increíblemente fría, así que subimos la calefacción y ponemos la manta de nuevo.

Continuamos dirigiéndonos al sur, a la busca de climas más cálidos y, después de conducir durante horas a través de carreteras que cruzan campos de olivos, muchos campos de olivos, millones de olivos, llegamos al majestuoso pueblo renacentista de Úbeda.  Debo admitir que nos sorprende agradablemente aquella belleza elegante en medio de ninguna parte. Paseando por el casco antiguo, que fue construido por los nobles en el siglo XVI, se tiene la impresión de estar paseando por una ciudad colonial de América Central. La anatomía de la arquitectura en la plaza principal y las calles de alrededor se parece mucho a otras que hemos visto en Guatemala, Nicaragua o Cuba. No es casualidad que la mayoría de los navegantes que zarparon para descubrir las Américas fueran del sur de España.

Además vemos la cabalgata de los Reyes Magos pasando por el pueblo. No había visto una cabalgata en más de 20 años y me doy cuenta de que las cosas han cambiado mucho, ya que hoy en día los Reyes Magos van escoltado por el ejército de La Guerra de las Galaxias, los Pitufos, Bob Esponja y muchos más.

La temperaturas han subido un poco, pero aún son frías, así que seguimos dirigiéndonos al sur, hacia la costa de Málaga, al pueblo de Vélez-Málaga, donde nos encontramos con Susan, una ex-colega y amiga Sueca, que dejó su trabajo hace 3 años, se fue a viajar alrededor del mundo y a su regreso a Europa invirtió en una vieja casa en este pueblo, que ella misma renovó. Disfrutamos con ella visitando bares de tapas y restaurantes en el pueblo y conociendo a un par de miembros de la comunidad escandinava del pueblo.

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Dinner with Susan

Les decimos adiós y nos dirigimos a Tarifa, el pueblo más sureño de la península, donde queremos coger el ferry para cruzar a un nuevo continente en este viaje. Africa.