A lo largo del camino hacia el desierto nos escoltan los picos del Atlas, contemplándonos desde el horizonte, algunos cubiertos de nieve. Una sucesión de valles y montañas corre a nuestro lado, mientras la carretera se contonea hasta que llegamos a Ouarzazate. A las afueras del pueblo paramos en la magnífica casbah Ait Ben Haddou, que fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1987 y que ha dado cuerpo a muchas películas, incluyendo El Cielo Protector, Gladiador, La Joya del Nilo y muchas más. No es casualidad que Ouarzazate sea conocido como Ouallywood y que los estudios de cine más importantes del Norte de Africa estén situados aquí.
Cuando llegamos al centro del pueblo pasamos la mayor parte del tiempo en y alrededor la Casbah Taouirt, también reconocida por la Unesco y también escenario de muchas películas. Se entiende, porque parece salida de un sueño de las 1001 noches, aunque sólo está restaurada parcialmente.
Desde allí salimos hacia Merzouga, la joya del desierto, situada a los pies de las magníficas dunas de Erg Chebbi. Por alguna razón las dunas siempre parecen algo surreales, como espejismos en el horizonte. Quizás sea por eso que decidimos subir a la más alta, esperamos que a tiempo para el atardecer. El ascenso es duro, dos pasos adelante, un paso atrás, en las ligerezas de la arena, pero llego al fin, cuando Christian ya ha hecho docenas de fotos desde la cumbre 🙂 La luz es mágica, aunque va desapareciendo muy rápidamente. Afortunadamente el descenso es mucho más fácil, pero aún así para cuando llegamos de vuelta al camping, ya ha anochecido.
Recordando los tiempos que pasamos en el desierto en Oman hace unos años, decidimos que no nos podemos marchar sin dormir en una tienda beduina, así que nos embarcamos en una corta expedición a lomos de un camello (dromedario) y nos dirigimos al corazón de las dunas. Después de haber viajado dos veces en camello en dos continentes diferentes, puedo afirmar que es el medio de transporte más incómodo que he probado hasta ahora, y eso incluye ir a menudo apretadísima en un pequeño Seat 600, junto a otras 6 personas, cuando era una niña. Pero el camello es divertido.
Somos recibidos con un té en el campamento y después de hacerle fotos al atardecer, nos comemos una tagine berber para cenar. Después nos sentamos alrededor de la hoguera a escuchar música en directo interpretada por el guía de nuestros camellos. Antes de ir a dormir vamos a ver las estrellas desde una duna a las afueras del campamento. Reconozco un total de dos constelaciones entre la abundante jungla de corpúsculos, Orion y la Osa Mayor. Las más famosas supongo.
El amanecer tampoco nos defrauda.
Tenemos además la oportunidad de visitar el asentamiento de una de las tribus nómadas que viven en el desierto y nos enteramos de que la zona es rica en fósiles y que era rica en minerales, pero que estos fueron extraídos por los franceses. Los testimonios actualmente son las minas en ruinas que ellos abandonaron cuando se agotaron los minerales.
La carretera nos conduce a cruzar el Atlas y es sorprendente encontrarse conduciendo a través de paisajes nevados poco después de dejar las cálidas temperaturas del desierto. En la montaña también tenemos un encuentro placentero con un grupo de simios beréberes, que parecen disfrutar de su vida en el nevado bosque de cedros.