En el lado español de la frontera, escondido entre colinas suaves y encinas, está el pequeño pueblo de Paymogo, que es el lugar donde algunos de mis ancestros vieron la primera luz. Nos paramos en esta esquina improvable del mundo y pasamos un par de días con mi tía.
El pueblo es pequeño, así que uno podría pensar que las distracciones son pocas, pero estamos de suerte, es temporada de setas, así que pasamos horas caminando por el monte, equipados con un destornillador gigante, buscando por esos pequeños tesoros que nacen bajo tierra. Volvemos a casa orgullosos, con nuestro botín en una cesta. Creo que es algo así como un kilo, pero la cantidad aumenta cada vez que mi tía le explica nuestra hazaña a los vecinos. Por cierto que el pueblo entero parece curioso por saber quién ha llegado en la auto caravana, así que se pasan por la casa de mi tía, como un rosario de almas amables, para saludarnos y tatuar nuestras mejillas de besos. Algunos se anuncian como parientes, otros como conocidos de parientes y otros admiten que solo tienen curiosidad por conocernos.
Esta es también el area de los famosos cerdos de pata negra y el jamón de bellota y tenemos la suerte de visitar una pequeña granja, donde los cerditos parecen felices de campar a sus anchas.
Mérida atrapa nuestra imaginación, con sus restos del Imperio Romano. Piedras que desafían al tiempo o que han hecho una coalición con él, para conseguir clemencia a cambio de memorias de belleza. Las piedras silenciosas del teatro y el anfiteatro evocan mágicamente las luchas crueles de los gladiadores y los épicos drams clásicos que se representaron en aquel lugar hace unos dos mil años.
También te puedes maravillar de los increíbles mosaicos y frescos en las excavaciones de la casa de Mitreo y muchos otros yacimientos romanos del pueblo.
Por lo demás el pueblo está tranquilamente asentado a la orilla del río Gudiana, que uno puede cruzar caminando por el impresionante puente romano.
La carretera continua y nos lleva a la ciudad de Cáceres, que es una sorpresa agradable, ya que tiene un centro histórico del siglo XVI muy bien conservado. Las únicas pistas de que el tiempo ha pasado desde tal siglo son las vestimentas modernas de la gente que pasa y el molesto tuk-tuk turísitico que se cruza en nuestro camino un par de veces. Por lo demás solo amigables piedras esplendorosas del color de la miel.
Nuestro paseo por la ciudad termina asistiendo a un concierto inesperado en la calle, que parece una competición entre dos bandas escolares, una local y otra de los Estados Unidos.
También inesperado, pero espectacular es el Parque Nacional de Monfragüe, donde paramos casi por casualidad, porque leemos en alguna parte que es la mayor reserva de buitres del la Europa Occidental.
Nuestras expectativas son bajas porque sabemos por experiencia lo difíciles de ver que son estas aves, que suelen volar alto y lejos. No aquí. Nos sorprende contemplar literalmente un par de cientos de buitres volando sobre nuestras cabezas. Algunos tan cerca, que no caben en las fotos de cuerpo entero. Es alucinante.
Aparentemente el area de bosque Mediterráneo mejor conservada del mundo, está situada entre los valles de los ríos Tejo y Tiétar. Tiene gran cantidad de formaciones rocosas, bosques y monte bajo, que son ideales para la vida, no sólo de los buitres, si no también de águilas, búhos, y cigüeñas negras, que anidan en los árboles o en las rocas. Nosotros solo vemos a los buitres y, según nos dicen unos ornitólogos británicos, un águila real, que vuela tan alto y tan lejos, que para nosotros es solo un punto en el cielo.